Experiencias

01.08.2015 22:44

La Reunión de Servicio nos enseña la importancia del ministerio cristiano y nos indica cómo participar en la obra de hacer discípulos. ¿Nos estamos beneficiando plenamente nosotros y nuestra familia de la información que se presenta en estas dos reuniones? Un matrimonio cristiano observa: “En una Reunión de Servicio escuchamos que debíamos analizar en familia el texto diario. No lo estábamos haciendo, pero ya hemos puesto en práctica el consejo”. ¿Cómo se han beneficiado? “Hemos comprobado que nuestras conversaciones a la mesa son más agradables. Ya no discutimos en la cena”, reconocen. ¿Y los niños pequeños? ¿Sacan ellos provecho de las reuniones? Sí. La madre dice: “Es obvio que las reuniones influyen profundamente en nuestros hijos. Cierta semana sorprendimos a nuestro pequeño de seis años diciendo mentiras. Pues bien, esa misma semana el discurso de instrucción trataba sobre el mentir. Con una expresión de extrema culpabilidad en el rostro, nuestro hijo miró a su padre y se encogió en el asiento. Había captado la idea, y a partir de entonces no hemos vuelto a tener problemas al respecto”.
Una precursora dice que agradece que en la Reunión de Servicio se den sugerencias para mejorar nuestro ministerio. ¿Por qué? Cuenta: “He caído en la rutina. A veces pienso que las sugerencias de Nuestro Ministerio del Reino no van a funcionar. Pero cuando escucho en la Reunión de Servicio que debemos probarlas, me entusiasmo con la idea de llevarlas a la práctica. Eso hace que mi ministerio sea emocionante”. Tras seguir durante varias semanas la sugerencia de tratar de iniciar un estudio bíblico en la primera visita, lo logró con una joven que había estado pidiendo ayuda en oración.
Cuando escuchamos un discurso que incluye consejo bíblico sobre las decisiones personales, ¿percibimos que Jehová nos está hablando directamente a nosotros? Así lo pensó un hermano. Dijo: “En una reunión reciente, un hermano presentó un discurso sobre las formas de entretenimiento propias e impropias para los cristianos. A mí me gustaba ver los combates de boxeo en la televisión. Pero después de aquella reunión concluí que este deporte encaja en la categoría de entretenimiento impropio para los cristianos. Así que he dejado de verlo”. Aunque este hermano se había aficionado a un deporte violento, respondió con humildad a la dirección de Jehová (Sal. 11:5).
 

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